Antecedentes - Con base en la 1a Parte Libro hacia una Revolución de la Gobernanza de Pierre Calame

ANTECEDENTES PRIMERA PARTE CAPITULO 1 CALAME Existe un desfase de la gobernanza frente a los desafíos contemporáneos. Los modelos clásicos de democracia y acción pública hoy no satisfacen las exigencias actuales. Los sistemas de regulación no se han acoplado al vertiginoso cambio social. Con ejemplos, Pierre Calame analiza la aguda crisis de la democracia y los desatinos de la gobernanza hoy. En el contexto de mundialización y globalización, la democracia y el contexto político se organizan casi preferentemente en el orden nacional. La soberanía nacional y sus atributos están difuminándose paulatinamente. Incluso política exterior y defensa obedecen más a procesos colectivos que a la acción de cada país. En este contexto la acción pública y sus mecanismos en detalle, debería ser el objeto central de lo político, mientras, los responsables políticos ven el Estado desde arriba, sin mostrar mayor interés por arrancar acciones. Una verdadera transformación de la acción pública, implica evolución de conceptos, culturas, instituciones y relaciones con otros actores, es un proceso a largo plazo, no relacionado con la duración de un mandato. Usualmente en el plano local, esta reforma tiene mayores desarrollos: es más sencillo focalizar las situaciones en este plano, en el caso francés, las autoridades locales electas tienen mayores opciones de ser reelegidas que los responsables políticos a nivel nacional. En el orden nacional, con miras a lograr una profunda reforma del Estado en el largo plazo, debe lograrse un consenso entre partidos políticos, en contravía de la idea que ve el escenario democrático como un espacio de enfrentamiento de visiones contradictorias sobre los mismos temas. Ahora bien, si se quiere rehabilitar el escenario político hay que avalar que lo político construye comunidad y así, gracias a su esencia, lo político busca afinidades. La insistencia sobre las divergencias de los diferentes partidos políticos, ha impedido analizar en detalle la realidad del Estado, con lo que tal vez, se hubieran identificado otras brechas mayores a las del clásico esquema izquierda/derecha. Urge la reflexión profunda sobre este ítem, toda vez que la autentica reforma de la acción pública y de la gobernanza sólo puede hacerse en el largo plazo y con la existencia de una visión fuerte y compartida. Mientras no se reformulen perspectivas claras de gobernanza, desde lo local hasta lo mundial, el mundo político estará en crisis. Para esto deberán ponerse en tela de juicio principios que se consideran evidentes: 1. “el momento de la decisión es el momento clave de la actividad política”; 2. “la distribución estricta de las competencias entre los distintos niveles de gobernanza es la condición necesaria y suficiente para que los electores puedan sancionar a los políticos a través de su voto” 3. “las políticas sectoriales son las únicas políticas concretas”. Definir el acto político tan limitadamente, avala la confusión entre la legalidad de las reglas y las formas de designación de los gobernantes, y su legitimidad. El que una regla haya sido votada no implica obligatoriamente que la población la sienta como legítima. Si alguien ha sido elegido, esto no implica forzosamente que sea un portavoz de la población. Llevar la legitimidad y la pertinencia de la acción pública a La arena de la legalidad y de la elección, paralizó el debate europeo y mundial. Al parecer los únicos intereses legítimos para confrontar entre sí son los “intereses nacionales”, porque el escenario político hoy permanece organizado a nivel nacional. Estos “intereses nacionales” usualmente ocultan lo esencial (…) Y así las cosas, si el escenario político sigue siendo nacional, la democracia podrá revitalizarse, sólo con la construcción de debates sobre bases de instancias no electas. Patrick Viveret, autor de Démocratie, passions et frontières (Democracia, pasiones y fronteras) muestra qué la constitución del espacio mundial ha modificado esencialmente la concepción de la democracia. La nueva frontera es global, pasa por nosotros mismos. Las sociedades humanas están motivadas por intereses, deseos y pasiones. Las democracias deben aceptar el mal que albergan dentro de sí mismas y tener en cuenta la complejidad de la naturaleza humana.

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